El Autor es un periodista británico de origen estadounidense que recibe el encargo de escribir una serie de artículos sobre Australia. Como no es la primera vez que viaja allí ya va con la lección aprendida y sus reacciones no son demasiado espontáneas.
Lo primero que llama la atención de este libro es lo poco que conocemos de este inmenso país. En los medios apenas aparecen noticias relacionadas con ellos, salvo cuando ocurren desastres naturales como incendios o inundaciones. Nadie sabría decir quién es el presidente de ese país.
Es un país en el que cabría toda Europa y parte del norte de África y la población se concentra principalmente en la costa pero no de forma uniforme. Todo lo que está más allá se conoce como Outback, algo así como el jardín trasero.
Con el Autor visitamos las principales ciudades, Sídney, Camberra, Melbourne, Adelaida. Y muchas de las principales atracciones naturales del país. También nos cuenta algunas anécdotas verdaderamente divertidas con gran habilidad.
No obstante, he de ponerle una pega. Los aborígenes, los primeros habitantes del país, apenas aparecen, y aunque el Autor lo intenta, no parece que lo haga con mucho ahínco. En los últimos años en la sociedad australiana se esta viendo un cambio de mentalidad. Ahora los aborígenes ya no son unos negros con apenas inteligencia. Se les está reivindicando como una cultura ancestral, desposeída y oprimida por los colonizadores británicos y sus descendientes, que les quitaron sus derechos y dignidad. Todo esto lo digo yo. En el libro se limita a decir que es un tema peliagudo y obvía cualquier otro comentario.
En definitiva un libro entretenido de leer que se ha quedado un poco anticuado.
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