Durante el siglo III a.C. los cartagineses, expulsados de las islas mayores del Mediterráneo occidental, se expandieron hacia el oeste en busca de riquezas para hacer frente a las compensaciones de guerra exigidas por Roma tras el final de la Segunda Guerra Púnica. De esta manera llegaron a la península ibérica que estaba poblada por un sin fin de tribus de procedencia ibera, en la mitad meridional y levante, y celta, en la parte noroccidental. En el centro estaban mezcladitos, de ahí el gazpacho manchego. Así que los cartagineses se establecieron en la parte ibera y allí explotaron minas y territorios.
Poco a poco su poderío comercial y militar se fue acrecentando. Eso puso muy nerviosos a los romanos. A cuento de la toma de Sagunto, a la sazón aliada de los romanos, éstos decidieron que ya estaba bien de que los cartagineses hicieran de su capa un sagum, y volvieron a guerrear. Por ahí andaban Anibal, Escipión y unos cuantos romanos más muy conocidos.
Y claro una vez que los romanos llegaron a las costas de Levante, y vieron lo chulis que son sus playas, ya no se quisieron ir y aquí se quedaron per secula seculorum.
Otro que también anduvo por aquí fue J.C. pero fue su sobrino Augusto el que puso fin a la conquista de Hispania.
No todo fue coser y cantar. Viriato, Numancia y a buen seguro otros muchos hechos y hazañas que no han llegado hasta nuestros días, les pusieron las cosas difíciles a los romanos.
Es una buena obra divulgativa, entretenida y con buenas ilustraciones muy conseguidas.
Hay también referencias hilarantes como esta que nos habla de que Viriato era de Guijo de Santa Bárbara, Cáceres, y que nos demuestra que no hay que creer siempre lo que nos cuenta internet.
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