La Revolución de 1868 acabó con los restos del reinado de Isabel II. La clase política española de la época decidió que había que buscar un rey. Y a esa tarea se dedicaron por toda Europa. Nadie quería venir a España a reinar en un país donde había un pronunciamiento militar cada vez que el general de turno se levantaba con acidez. Finalmente encontraron a Amadeo de Saboya, hijo de Victor Manuel II rey de Italia. Se vino para acá pensando que llevándose bien con todo el mundo se podrían arreglar las cosas, pero antes de llegar ya habían asesinado al general Prim que fue su principal valedor. Así que aguantó lo que pudo y cansado de los continuos desplantes de la clase política se largó de buenas maneras.
Y así las cosas y como no había más candidatos a rey disponibles en toda Europa pues, los mismos que echaron a Amadeo decidieron traer la República.
Y las cosas fueron como siempre. Daba igual que hubiera rey, presidente, papa o lo que fuera. Los políticos españoles siempre van a lo suyo como ya te habrás dado cuenta desocupado lector. Figueras, Pi y Margall, Salmeron y Castelar se sucedieron como presidentes de la República entre el 11 de febrero de 1873 al 29 de diciembre de 1874.
Las luchas entre partidos, los cantonalismos, la guerra contra los carlistas, los personalismos de los políticos, todo coadyuvó a que la República no fructificase, y cuando, finalmente con el Gobierno de Castelar, parecía que se iba enderezando, durante la Navidad de 1874, las distintas facciones de las Cortes se unieron y acabaron con Castelar. No dio tiempo a más, el general Pavía entró en el Congreso a caballo y disolvió las Cortes y la República.
Un interesante libro que nos acerca a la Primera República, esa gran desconocida que apenas ocupaba un par de párrafos en el libro de Historia del cole.
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