Unos años después de Resiste Tucson, al sargento Sosa, ya ascendido a alférez, el capitán del presidio, le encomienda abrir una ruta comercial entre Tucson y Zuni Pueblo. Un camino de casi cien leguas a través de un territorio plagado de apaches y los aún más temibles navajos. Con cuatro carretas, veinte colonos, la mitad niños y únicamente tres dragones más afrontará una anábasis poco menos que suicida.
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