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27 mayo 2025

VIOLETAS DE MARZO - PHILIP KERR




Berlín, verano de 1936. Calor, humo de cigarro, juegos olímpicos y paranoia en el aire. Bernhard Gunther, detective privado y especialista en encontrar personas que preferirían no estar perdidas, no daba abasto. En una Alemania donde hasta las sombras parecían vigiladas, su teléfono no dejaba de sonar… y no precisamente con llamadas de felicitación.

Una noche, al volver a casa con el ánimo de beber algo fuerte y preguntarse por qué no se había hecho contable, le esperaba un caballero en la puerta. Y no uno cualquiera: sombrero de ala ancha, traje más caro que su alquiler anual y un coche tan elegante que parecía pedir disculpas por ensuciarse con el aire de Berlín.

El misterioso personaje resulta ser el secretario personal de un magnate del acero de la cuenca del Ruhr —gente modesta, ya sabes—, quien le tiene un encargo muy especial: investigar la muerte de su hija y su yerno en un incendio. Trágico, claro. Pero lo que realmente le aprieta el nudo de la corbata al magnate es que, de la caja fuerte, ha desaparecido un collar de diamantes con un enorme valor sentimental. (Tradúzcase: “sentimental” = “cuesta más que un submarino nuevo”.)

Bernhard acepta el caso, más por la promesa de la pasta que por vocación de Boy Scout. Y así se lanza a la jungla urbana, donde los leones llevan brazaletes con esvásticas y los ratones se esconden en sótanos que no figuran en ningún plano.

Habla con sus contactos habituales: viejos camaradas de la policía con más cinismo que dientes, informantes que hablaban solo si hay licor o billetes de por medio -incluso a veces, las dos cosas- y gánsteres con modales exquisitos y puños como ladrillos. Todo muy entrañable.

Pero cuanto más cava, más huele el asunto. Y no a rosas. Ni a collar, ni a incendio. El caso se retuerce como una serpiente dopada, y Gunther empieza a sospechar que le han soltado solo la parte del cuento donde muere la abuela. Detrás del robo se esconde algo mucho más turbio, posiblemente político... y en la Alemania de 1936, eso era como pedirle a un león que no rugiera.

La Gestapo, la policía y las SS parecen haber hecho un comité con el único objetivo de complicarle la vida. Lo miran con más interés del que un funcionario mira como encajar los moscosos en Navidad. Y cuando la Gestapo te presta atención, lo último que necesitas es destacar.

Pero bueno, Gunther no es de los que se rajan. Tiene una pistola cargada, una gabardina con historia y un hígado que resiste hasta los peores tragos. Y lo más importante: sabe que, en Berlín, el peligro viene con uniforme... y sonrisa.

Un muy buen libro, entretenido, con un detective prototípico pero que no se hace cargante. La verdad es que me ha gustado y volveré a leer algo de este tipo.





 

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