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01 octubre 2020

LOS SÍMBOLOS DE LA PREHISTORIA - RAQUEL LACALLE RODRÍGUEZ


La verdad es que no sé muy bien por dónde empezar al hablar sobre este ensayo. El título ya lo explica bastante claro, lo que no está claro para el profano, entre los que me encuentro, es cómo llega a saber cuáles eran los mitos y creencias que tenía el Hombre hace tantísimo tiempo. La autora cree que estudiando las pinturas y otras manifestaciones artísticas puede llegar a inferir a través de datos comparados de religiones modernas y estudios etnográficos e iconográficos, en qué creían nuestros remostos antepasados.
Las primeras manifestaciones artísticas, si pueden llamarse así, son de aproximadamente 50.000 años de antigüedad, y el estudio al que hacemos referencia llega hasta el Neolítico, en torno a unos 5.000 años a.C.  
La autora y otros autores consideran que las manifestaciones artísticas halladas a lo largo de los últimos dos siglos en cuevas y abrigos naturales, son no sólo manifestaciones artísticas, si no que además son la representación de las creencias de aquellas personas. Cuando representan a un bisonte, o un caballo, no sólo están representando al animal, si no que llega a la conclusión de que están representando el primer sistema de creencias. El primer paso sería representar la Naturaleza y va gradualmente va codificándose en formas de animales. Los bisontes, los caballos, y otros serían representaciones de la diosa Madre Naturaleza.  
Posteriormente a través de las observaciones cíclicas del Sol, la Luna y las estrellas, deducirán que sus vidas también son cíclicas: vida, muerte, renacimiento. Los animales pasarían a representar al Sol y la Luna.
Este arte estaría fuertemente unido a la presencia de especialistas de lo sagrado y la magia, los chamanes, que también están representados en parte de las pinturas encontradas. El arte es la justificación de su existencia. Ellos serían los artistas, los encargados de realizar las pinturas.
De ahí a establecer unos rituales hay un paso y otro paso muy corto a establecer unos privilegios para aquellos que conocen los secretos del arte, que detentarían un poder sobre los demás miembros de la comunidad.
Ya en el Mesolítico, los poderes se heredarían y los cultos funerarios tendrían como manifestación más espectacular los monumentos megalíticos donde se enterrarían a estos reyezuelos. Los poderosos, para justificarse, se inventarían genealogías que les hicieran descender de héroes míticos relacionados con las deidades, que les dotarían de derechos que otros no tienen.
A grandes rasgos estas serían el contenido de este ensayo.

Hay cuarenta y siete mil años de los que apenas sabemos nada. A veces no nos paramos a pensar que significan esa cantidad de años. Apenas tenemos documentada unos 2500 o 3000 años de Historia de la Humanidad. Siendo generosos 4000. Aún nos quedan 41000 años de los que no sabemos prácticamente nada. 
La percepción del tiempo de aquellas gentes no serían iguales a las que tenemos nosotros. Imaginad un grupo humano que viviera en una cueva de cualquier sitio. Sus vecinos más próximos pongamos que estuvieran a cien o doscientos kilómetros. A pie, en el mejor de los casos, eso supondría tres o cuatro días de caminata. Es posible que tuvieran contacto. Pero es más probable que hubiese muchos años sin contacto. Sin noticias, sin novedades. Lo que se inventa en la costa atlántica de Portugal, ¿cuánto tiempo tardaría en llegar a la cornisa cantábrica, o aún más lejos, a Irlanda o a Rumanía? ¿Tres mil o cuatro mil años? Da igual, no significa nada. En esos cuatro mil años los adelantos técnicos o humanos apenas suponen nada. Estamos acostumbrados a que nuestros móviles se queden obsoletos en dos o tres años, cambiamos de coche cada diez. La Historia del siglo XX podría llenar millones de páginas pero apenas supone una pequeñisima parte de la Historia de la Humanidad.
Leyendo este ensayo no pude evitar acordarme de la Misionaria Protectiva. Los veneradores del Profeta Frank Herbert sabrán a qué me refiero.

 

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