Sigo la trilogía de novelas negras japonesas.
Hacía finales de la década de los 40 del siglo pasado, apenas terminada la II Guerra Mundial, el patriarca de un adinerada familia fallece dejando un enrevesado testamento que enfrentará a unos herederos contra otros.
El tartamudo detective protagonista, como por una vez bien dice la portada, es una especie de Sherlock Holmes vestido con kimono.
Es un libro entretenido aunque para mí ha resultado un tanto problemático seguir a los personajes. El hecho de no estar familiarizado el lector insulso con los nombres japoneses es un hándicap que sin duda afecta a la comprensión de un libro policiaco. Así que he tenido que hacerme un árbol genealógico para enterarme.
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