El Autor es un narrador extraordinario, eso no es indiscutible. La estructura de sus libros con continuos saltos temporales hacia delante y atrás denotan un gran trabajo y una inteligencia y memoria prodigiosas. No obstante en este libro me ha dado la sensación de que estaba un poco como cogido por los pelos. No es como en otros libros anteriores que veía la estructura como mucho más sólida. En este es como un castillo de cartas que parece pueda derrumbarse al primer soplido.
El Autor es el protagonista. Vive en Ginebra y está triste porque su editor y amigo ha fallecido recientemente y ha roto una relación sentimental con una vecina. Para curarse el alma decide tomarse unas vacaciones en un hotel de los Alpes. Allí le dan una habitación en la sexta planta donde descubre que no existe la habitación 622 pero sí la 621, la 621 bis y la 623.
La vecina de habitación es una mujer atractiva con la que entabla conversación y deciden preguntar por qué no existe la habitación 622. Las respuestas que obtienen no les agradan y deciden investigar algo más: resulta que años atrás hubo allí un asesinato y el hotel intenta encubrirlo.
Así el Autor y la mujer se ponen a investigar el asunto.
Resulta que allí se celebraba todos los años un fin de semana organizado por un banco de inversiones durante el cual se debe anunciar el nombre del nuevo presidente.
Existen dos pretendientes: el hijo del fallecido presidente y un joven brillante. También andan por ahí los miembros del consejo que enredan todo lo que pueden.
La trama se despliega en dos líneas temporales: la primera, en el presente, sigue al Autor mientras investiga el caso con la ayuda de una mujer llamada Scarlett; y la segunda, en el pasado, revela los acontecimientos que llevaron al asesinato en la habitación 622. A través de estas dos narrativas, el Desocupado Lector descubre los secretos, engaños y traiciones que rodean a los personajes involucrados.
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