Este libro analiza las dos formaciones que dominaron la guerra en Europa desde el siglo V a.C. hasta la caída de Roma y los enfrentamientos más relevantes que tuvieron la una con la otra.
Como regla general la falange estaba compuesta de hileras y filas, y cada hilera por dieciséis hombres. Y las filas pues dependían de la potencia demográfica de la polis. Los hoplitas iban armados con un escudo redondo, una pica de entre cuatro y seis metros, un espada corta, que sólo se usaba cuando se perdía la pica, una coraza de bronce o lino, grebas y casco.
En combate las primeras filas colocaban las picas horizontales, y las siguientes iban inclinadas sobre las filas delanteras, de tal manera que la acumulación de varas, protegiera a los soldados que estuvieran debajo.
La fuerza de la falange estribaba en la cohesión de sus filas. Era una estructura lenta y poco maniobrable pero de una fuerza defensiva muy grande. Cuando un soldado caía el posterior ocupaba su puesto. Para que fuese eficaz se buscaba un terreno llano y con pocos accidentes que pusiesen en peligro la estabilidad de la formación.
Las partes más vulnerables eran los extremos que solían ser protegidos por fuerzas auxiliares y la caballería.
La legión es sin duda una evolución de la falange. Su composición era mucho más flexible y estaba compuesta por manípulos, cohortes y centurias. También tenían varios tipos de legionarios dependiendo de sus funciones y veteranía.
Normalmente la legión se desplegaba en forma de damero para que las tropas auxiliares acosasen a las primeras filas de los enemigos y luego escapasen a través de los huecos. Luego estos se rellenaban con los manípulos que se colocaban en segunda fila para formar un frente continuo.