El domingo pasado fui a comer a un asturiano. Llevaba toda la semana soñando con tomarme una fabada. Con sus fabes y su compango. Mojar el pan en su caldo untuoso y de vez en cuando echar un buen trago de vinito.
Cuando me trajeron la perola me relamí y como tenía mucha hambre pensé que podría terminarme la cazuela. Me eché un buen cazo, tomé un rompehielos, nada de un barquito, y lo metí en el caldo. Se empapó y adquirió un tono dorado. Mientras el aroma subía por mis pituitarias diciendo: cómeme, cómeme. Así que agarré la cuchara y empecé a comer. ¡Oh, qué decepción! No era lo que yo esperaba. Se dejaba comer pero no terminaba de rematar.
Aun así continué comiendo con la esperanza de que mejorara algo el plato, pero no. Las cucharadas cada vez se espaciaban más y con menos contenido. Finalmente me tomé un par de cucharadas más y afortunadamente terminé el plato. Dejé en la cazuela algo más de la mitad, aunque me comí parte del compango que tenía un saborcillo rancio. La morcilla la dejé para el final y con ella puse fin a una decepción.
Esto es exactamente lo que me ha pasado con este libro. No es literatura fantástica. Es una mal mamotreto romántico, adobado de situaciones eróticas, que no sirven para mantener despierto el interés. Ni que decir tiene que los subsiguientes libros de la serie ni me planteo leerlos.
Una pareja de casados se reencuentra cuando acaba la Segunda Guerra mundial y se va de viaje de novios a Escocia. Allí echan unos polvos. Un día la mujer se va de excursión a ver un dolmen y atraviesa una puerta temporal que la lleva a finales del siglo XVIII. Es atrapada por un grupo de rebeldes escoceses. Como tiene conocimientos de enfermería cura a un joven apuesto. Mientras son perseguidos por una patrulla de soldados ingleses, cuyo capitán más malo que pegar a un padre con un calcetín sudado, resulta ser un antepasado de su marido.
El resto del libro es una sucesión de idas y venidas sin mayor interés. No entiendo que a alguien le pueda gustar esto y encima hagan una serie de televisión y varios libros. Hay gente pa'tó.
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