Marcelo es ecuatoriano, llegó a Nueva York con apenas veinte años a buscarse la vida y a la chica de sus sueños. Después de estar dando tumbos de trabajo en trabajo, por mediación de un vecino entra a trabajar en un bar restaurante que hay en la estación de Grand Central. Con el paso de los años va ascendiendo hasta que consigue ser el barman que toda su vida soñó.
"Su barra" es pequeña, apenas ocho taburetes anclados al suelo. Él los tiene numerados, y sólo con saber quien asienta sus posaderas puede saber algo de su carácter: el 1 es para los parlanchines, el 2, para los que les gusta escuchar, el 3... y así.
Todos los días se acicala y elige con cuidado una de sus más de 100 corbatas, teniendo en cuenta la época en la que están, su estado de ánimo y otras muchas consideraciones.
Marcelo nació en ecuador. Su padre, músico ambulante, su madre, profesora ejerciendo de ama de casa. Con 10 u 11 años su padre le lleva a un grill, un lugar a medio camino de restaurante, cabaret, burdel, bar... Allí conocerá las dos pasiones de su vida: el misterio del combinado y a Karen, una chica tres años mayor que él, y de la que se enamorará perdidamente, aunque su amos no sea apenas correspondido.
En el libro ya tiene 75 años, lleva casi 55 años trabajando en el mismo sitio. Conoce a un montón de clientes que le han hecho partícipe de parte de sus vidas, y que una y otra vez vuelven porque Marcelo les hace ser especiales.
Un día cuando llega a trabajar le está esperando Dylan, un "millenial" que le han encasquetado para que le enseñe el oficio. Aunque parece que no congenian mucho finalmente, y en un muy cinematográfico discurso, se lo hemos visto parecidos a Al Pacino y a Sean Connery, reivindica la honestidad de su pupilo.
Y hasta aquí el argumento.
Y desde aquí todo lo demás.
Marcelo dejó embarazada a Karen, que pensando que iba a hacer muy desgraciado a Marcelo, decide huir. Mister Wall Street, un rico hombre hecho a sí mismo, y cliente habitual del Oyster Bar, es hijo de Karen y padre de Dylan, el millenial.
Y así se cierra el círculo.
Me ha gustado. La verdad que al principio no demasiado pero luego le fui cogiendo el gustillo. No me gusta mucho la mezcolanza de inglés, español, giros latinos, y spanglish, pero supongo que al ser sobre un ecuatoriano que lleva 55 años en Nueva York, será la forma de hablar que tengan allá.