El Autor es un famoso escritor de libros de viajes, y también de la novela La Costa De Los Mosquitos. Yo es el primero que me leo de él.
Un día de invierno el Autor agarra su maleta, su camisa de lavar y poner, un chaqueta de piel y unos zapatos impermeables y se mete en el cercanías que le lleva a la estación principal de Boston. Allí toma otro tren que le lleva a la frontera mexicana. El paisaje está nevado y hace frío pero el tren es cómodo. Si no fuera por los compañeros de viaje sería hasta agradable.
Por fin llega a Laredo, sitio por el que cruza a otro mundo. A partir de ahora todo es feo, sucio, roto, polvoriento, desagradable y miserable. Las personas casi siempre son ignorantes y malolientes. Los indios, que en Estados Unidos no ha visto porque los masacraron, son pobres de solemnidad y sólo los ve como algo peculiar del paisaje. A veces se apiada de ellos.
Pasa por México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Argentina. Siempre en tren. Hay que avisar que el viaje es en 1978. La mayoría de los países por los que pasa, atravesaban graves problemas que en muchos casos aún siguen existiendo.
Los trenes son miserables. Las esperas desesperantes. Los retrasos continuos.
Una letanía de quejas.
Sólo cuando llega a Buenos Aires y contacta con sus editores que le ponen en contacto con Borges parece que su viaje tiene algo bueno.
Finalmente llegará a Esquel en la falda argentina de los Andes.
Anécdota que muestra muy bien el carácter egocéntrico estadounidense del Autor.
En un tren se encuentra con un chico que vuelve a su casa después de haber estado trabajando de marinero durante años. El joven le dice que ha viajado por América. El autor le pregunta si ha estado en Boston, Nueva York o San Francisco. El chico le dice que no, pero que ha estado en Buenos Aires, El Callao, Barranquilla y otros muchos sitios que también son América. Aparte de África, Asia y Europa.
Parece que el motivo del viaje es el mero hecho de viajar, pero no entiendo el sufrimiento que le produce hacerlo. Creo que va con una imagen preconcebida de lo que va a ver. Me niego a creer que en 1978 desde la frontera norte de México hasta Argentina todo fuera miseria y compañía sociedad anónima. He leído otros libros de viajes y en ninguno he visto regodearse en la miseria y la pobreza, en la fealdad, y en todo lo malo que ve. Apenas ve nada positivo.
Quizás el éxito del que disfruta este autor sea por esta circunstancia: a los yanquis les gusta sentirse superiores.
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