Continuación de La Mujer del Bosque.
El agente Ross llama a Parker para encargarle un asuntillo: se ha enterado de que Quayle está intentando completar un atlas y le interesa el libro en cuestión. Si Parker ayuda a recuperarlo Ross se lo agradecerá mucho mucho.
Así que Parker, Louis, Angel y un buscador de libros se marchan a Europa siguiendo la pista del Quayle y Pallida Mors, su eficiente secuaz.
Quayle no tiene todas la páginas del atlas pero cree que si sacrifica al suficiente número de mujeres en antiquísimos centros de poder, y riega con su sangre sacrificial el suelo, el atlas se dará por satisfecho, y los antiguos no dioses, coadyubarán a la configuración definitiva del nuevo mundo.
Mors y un par de asesinos aficionados se pondrán a la labor, pero la dispersión de los cadáveres, las coartadas de sus autores y alguna que otra pista falsa despistan a los policías británicos.
Hasta que no llega Parker y su estilo de ponerlo todo patas arriba, parece que los malos se van a salir con la suya.
Me llama la atención que el Autor, bastante proclive a cargarse personajes, le haya perdonado la vida a uno que tenía todas las papeletas para engrosar las listas de fallecidos.
Leer a este autor siempre es un gusto, aunque últimamente se está yendo por senderos demasiado ocultistas.
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