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18 junio 2020

EL FACTOR HUMANO - JOHN CARLIN


El apartheid.
En 1948 la minoría blanca en el poder instauró un sistema que le garantizaba que no sería desalojada del poder. Segregó a la población por su pertenencia a un grupo racial en el que los blancos tenían la mayoría de los derechos políticos y el resto de la población sólo de manera residual.
A finales de los años 80 del siglo pasado Nelson Mandela fue liberado de prisión. Estuvo en ella casi treinta años por oponerse al Apartheid. La presión interior y exterior forzaron al régimen surafricano a abrir una línea de diálogo con el Congreso Nacional Africano, cuyo máximo exponente era Mandela. Se inició así una transición a un estado plenamente democrático hasta que en 1994 se celebraron las primeras elecciones completamente democráticas, en las que resulto ganador el CNA. Mandela presidió el primer gobierno de unidad nacional en el que había representantes de casi todos los partidos políticos. 
Este libro cuenta toda aquella transición que culminó simbólicamente con la victoria de Sudáfrica en la Copa del Mundo de Rugby de 1995.
Nelson Mandela entendió que no podía haber una verdadera reconciliación sin integrar a los blancos en el proceso. Cuando todo el mundo esperaba una reacción opuesta en contra de la población blanca; la abolición de los símbolos del apartheid, como la bandera, el himno o los Springboks, nombre que recibe la selección de rugby del país, él sorprendió a todos manteniéndolos, e incluso apoyándolos. 
Hasta aquí más o menos la gran política. 
Pero este libro pone el énfasis en el rugby. Este deporte es el deporte de los afrikaners, de la clase dominante, del apartheid. La selección del país es llamada los Springboks, una gacela de aquellas tierras, que llevan bordada en sus camisetas. Los negros tenían vetado jugar para la selección y la población negra invariablemente apoyaba a todo equipo que se enfrentara a ella. Sus jugadores eran odiados por los negros y venerados por los blancos. 
Cuando el CNA llegó al poder quiso cambiar el color verde y oro de las camisetas y la gacela de su camiseta, pero Mandela se opuso, argumentando que si les quitaban a los afrikaners lo que más amaban nunca aceptarían integrarse en la nueva república. Finalmente se salió con la suya y los Springboks mantuvieron sus señas de identidad, pero también añadieron a su escudo la flor de la protea símbolo de la nueva nación.
Para el que no lo sepa Sudáfrica es al rugby lo que Alemania al fútbol. Tal es su importancia y el único equipo históricamente capaz de plantar cara a los todopoderosos All Blacks neocelandeses.
Los Springboks sufrieron decenios de ostracismo. Apenas jugaron unos cuantos partidos internacionales en los años 80 y siempre que lo hacían fuera de Sudáfrica, rodeados de gran polémica. En 1987 se organizó la primera copa del mundo a la que no fueron invitados. Cuatro años más tarde tampoco lo fueron. Pero en  1995 organizaron ellos la Copa del Mundo. Mandela vio la posibilidad de que toda la población se volcará con el equipo, y para ello no escatimó esfuerzos: se aprendió las dificilísimas reglas del juego, se interesó por las noticias sobre el deporte, y se reunió con el capitán de los Springboks, Ruan Pienaar, con el que trabó una relación muy especial. Incluso aparecía en público con la gorra y la camiseta de la selección.
En la película de Invictus se narra muy bien toda esta intrahistoria desde el punto de vista más rugbistico.
Recuerdo aquel junio de 1995. Época de exámenes finales. Un amigo y yo nos fuimos al pueblo a estudiar todo el fin de semana, lejos de las distracciones de la gran ciudad. A la hora del partido me recorrí todos los bares del pueblo buscando uno donde televisaran el partido. Finalmente encontré uno: El Gheto. Era el único cliente del bar. El único espectador de la final. Recuerdo que al principio no sabía muy bien con quien iba pero según iba desarrollándose el partido me fui decantando por los Springboks. Cuando Stransky marcó el drop definitivo no pude evitar soltar un "bien". Me alegró la victoria de Sudáfrica, pero en aquella época era ajeno a todo lo que aquello significaba. 
Aconsejo leer el libro y ver la película para tener una visión lo más completa posible de esta bonita historia. Y ya si ves la final eso ya sería la caraba. Y recomiendo vivamente su lectura a nuestra clase política. Alguna cosa interesante podrían aprender.

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