El protagonista es un novelista vividor y aventurero que acude a un gran magnate de Fleet Street para intentar venderle un folletín. Cuando empieza a leer el magnate se da cuenta de que los personajes no le son ajenos y que se trata de personas cercanas a él. Llevado por la curiosidad contrata al escritor para que acabe la historia.
Todo gira en torno a una familia de rusos blancos, exiliados en Europa, y con pocos medios, el más relevante de los cuáles es la hermosura de sus hijas, y con muchas ganas de vivir la vida loca en los locos años 20 del siglo XX.
El protagonista y su circo viven varias aventuras y desventuras amorosas, hasta que se produce la gran hecatombe que da nombre a la obra.
Como cada fin de año, intento leer una obra humorística pero mis intentos chocan año tras año con la realidad de una literatura que, ¡ay! lo pierde todo en la traducción. No es gracioso, apenas algunas situaciones y respuestas risibles, pero muy lejos de divertir. Estuve a punto de dejar de leer varias veces pero el hecho de no saber a qué venía el título me empujaba a leer y leer, con la esperanza de no ver defraudado mi ansia. Es más bien una sátira que una novela humorística.
Ahora destriparé el porqué de ese nombre y así, Desocupado Lector, te ahorraré la molestia de leerte este libro:
Lord de Jones es un eminente científico que anhela, tapando los cráteres de los volcanes, multiplicar la producción del agro. También descubre la fisión del átomo, lo que provoca que el mundo desaparezca, de ahí el título, pero consigue aislar una montaña alpina de la destrucción. En ese pequeño planeta de quince kilómetros de diámetro, cinco hombres y dos mujeres, tienen la responsabilidad de formar una nueva humanidad, libre de todos los vicios que la vieja humanidad tenía.
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