Un día, después de la cena, aparece en la estratosfera una enorme nave extraterrestre. Pero no da señales de vida. Hasta que a la hora del desayuno unas misteriosas cápsulas salen de la nave y caen en distintos desiertos de la Tierra. Una vez en el suelo comienzan a emanar un gas desconocido.
Todas las agencias espaciales de la tierra se ponen a la labor de descubrir qué tipo de sustancia están soltando.
En Torrejón de Ardoz Julia, una bióloga del CSIC, descubre que es ozono, un poderoso desinfectante.
Por ahí anda un tal agente Smith que alberga malas intenciones y que ordena que maten a la bióloga.
Smith pertenece a una organización muy poderosa y ultrasecreta que pretende reducir la población mundial a 500 millones de personas liberando el virus H5N1modificado genéticamente y provocar una pandemia mortal.
Lo que no sabe Smith es que el marido de Julia es un agente español del CNI más chulo y fuerte que un oso. Así que con Costa un colega suyo de batallitas tullido en Afganistán, se enteran de que hace diez años un tipo raro se empeñó en avisar de que la pandemia estaba planeada y que él es un emisario de un planeta muy muy lejano. Tanto insistió el tipo que lo metieron en un manicomio.
Resulta que Costa va a hablar con el alien, que se hace llamar Frezzer, y descubre que pueden comunicarse telepáticamente.
Seguir desgranando el argumento sería largo y tedioso así que abrevio.
Los malos, Iterum, desencadenan la pandemia.
Los buenos, agentes del CNI, ponen a salvo a Freezer e intentan salvar a la humanidad.
Al mismo tiempo los extraterrestres nos cuentan en esperanto que su planeta se muere y necesitan un nuevo sitio donde asentarse.
Idas y venidas de acá para allá y un final más cantado que el cumpleaños feliz.
Entretenido libro de aventuras adobado de new age y buenrollismo vegano. Además por una vez en la vida los alienígenas no aterrizan en Estados Unidos si no en España.
Lo que no me convence del todo es que, por lo menos la edición que me he leído, esté escrita en un español peculiar: los extraterrestres pilotean sus naves, en vez de pilotan. Se los dije, por se lo dije, y unos cuantos giros que podrán ser correctos pero al lector español le chirrían.
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