Los Autores son dos historiadores y profesores universitarios de reconocido prestigio y expertos en el tema que nos ocupa. Son varios los libros que han dedicado al estudio de este asunto. Además ambos militaron en el Partido Comunista de Euskadi por lo que se les supone que tambén conocen un poco el tema desde dentro.
Esta esta obra se centra en estudiar los archivos políticos de la extinta Unión Soviética y la influencia que tuvo la Internacional Comunista sobre el Partido Comunista de España y sus otras delegaciones locales a lo largo de los años.
A través de estas páginas pasan personajes bien conocidos como Rafael Alberti, Santiago Carrillo, Andrés Nin, o la Pasionaria, y otros no tan conocidos como Bullejos, y Codovilla. Todos ellos tuvieron influencia en la historia que nos ocupa.
Se observan distintos periodos todos marcados por la obediencia debida a la Komintern.
Desde 1920 a 1932. El PCE es un partido residual con escasa presencia política, empeñado en trasladar a España la revolución soviética. Todo lo que no entraba en sus cánones era contrarrevolucionario: los trotskistas, los socialfascistas (sic), la burguesía, la dictadura de Primo de Rivera, etc. Incluso la Segunda República era liberal y había que acabar con ella para instalar la dictadura de los obreros y campesinos. Es la época de la lucha clase contra clase.
Desde 1933 y 1934 a 1936. En la Internacional Comunista se da un gito a las directrices ordenadas desde Moscú debido al ascenso al poder de Hitler y al fracaso de la política de la primera época, y para que no ocurra también en España el encumbramiento de un partido fascista, se intenta un acercamiento a los socialfascistas del PSOE. Primero hacia sus dirigentes pero como esto no funciona, posteriormente será hacia las bases mediante alianzas de frente único. También se inicia el juego político en la denostada república. Todo ello es necesario para arrebatar al PSOE sus bases y efectuar la revolución. Se intentó en octubre del 34 pero la revolución no cuajó. El partido comunista echó la culpa del fracaso al boikot del PSOE a la lucha obrera.
A principios de 1936 el sindicato del PCE, la Confederación General de Trabajo Unificada, se unió a la UGT mayoritaria y socialista. En cambio las juventudes socialistas de Santiago Carrillo se pasaron con armas y bagajes a las filas comunistas aunque siguieron manteniendo el nombre por razones de oportunidad política. Sin embargo la ansiada unidad del PCE y el PSOE no llegó a realizarse. Así y todo a las elecciones de febrero se presentó en el Frente Popular, que abarcaba desde la izquierda burguesa republicana hasta el PCE y otros pequeños partidos de izquierdas. Era necesario entrar en el tan denostado juego democrático para luchar contra el fascismo.
Desde julio del 36 al final de la Guerra Civil: Finalmente el golpe de estado se llevó a cabo el 18 de julio. Desde Moscú se ordena abandonar temporalmente la lucha obrera contra la República y concentrarse en la salvación de ésta y en la lucha antifascista.
Casi todos los partidos de izquierda se integraron en el Frente Popular pero en Cataluña y algunas zonas de Levante estaba asentado el Partido Obrero de Unificación Marxista, POUM, del expulsado Maurín y dirigido por Andrés Nin. Desde las ortodoxas filas del PCE se les empezó a tratar de trotskistas, contrarrevolucinonarios y vendidos agentes fascistas de la Gestapo. Los poumistas achacaban a los demás partidos y sindicatos el haber abandonado la lucha obrera y la búsqueda de la Revolución. Para ellos la guerra era una guerra revolucionaria y no sólo se luchaba contra el fascismo sino también, y principlamente, contra democracia burguesa de la República. Finalmente y tras la revolución de Barcelona de mayo del 37, la mayoría de los líderes poumistas fueron detenidos y el partido descabezado perdió casi toda su influencia. Estos hechos los narra George Orwell de primera mano en su Homenaje a Cataluña. Además el libro aporta luz sobre la desaparición de Andrés Nin, detenido en Barcelona, llevado a Madrid y después a Alcalá de Henares. Fue sacado de la cárcel y llevado a un hotelito de las afueras donde fue secuestrado. La versión oficial fue que un comando fascista le liberó y se lo llevó a Salamanca o Berlín. Los autores, a la luz de los hechos mortadelescos, sugiere que fue más bien la NKVD, una policía secreta soviética similar a la Gestapo quien le secuestró y seguramente le ajustició.
Sigamos. Viendo que el desarrollo de la guerra cada vez era más complicado para el Frente Popular, y a nivel internacional la posición de la Unión Soviética estaba más comprometida, Stalin decide que el Partido Comunista abandone el gobierno de la República. Por su parte Azaña, el Presidente de la República, intenta buscar, a través de la mediación internacional, una entente con Franco para terminar la guerra cuanto antes. Negrín abandona y se hace con el poder una junta a cargo del General Casado. Los comunistas se plantean la posibilidad de tomar el poder y llevar la lucha hasta el final pero finalmente el 1.º de abril, día en que se está redactando esta entrada, las tropas franquistas alcanzan los últimos objetivos militares dando por finalizada la guerra civil.
En conclusión, en este libro se detalla, aportando documentación, cómo toda la política desempeñada por el Partido Comunista de España estuvo supeditada a los intereses de la Unión Soviética o mejor dicho a los intereses que Stalin determinaba a través de la Internacional Comunista y los dirigentes de aquella. Los dirigentes comunistas en España tenían que acudir regularmente a informar a la Komintern de todas las acciones que se llevan a cabo, y el Comité Central del la Internacional Comunista a la vista de estos informes y otros que se realizaban internamente, les daban unas recomendaciones de obligado cumplimiento que tenían que llevar a cabo en los distintos países. Además desde Moscú se mandaba a una especie de tutor que era quien en realidad tomaba todas las decisiones: primero el argentino Codovilla y luego el italiano Togliatti. El problema es que la burocracia de la Komintern muchas veces no tenía en cuenta las particularidades de cada país y no era extrapolable lo que en un país había funcionado a otro determinado país. Aun así cuando algo no funcionaba siempre los dirigentes de la Komintern achacaban a los dirigentes nacionales el no haber llevado a cabo las acciones como tenían que haberse llevado, es decir, siempre echaba en la culpa a los agentes en vez de a hacer autocrítica.
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