Londres 1982. La Guerra de las Malvinas la ha ganado Argentina. Y una profunda crisis azota Inglaterra.
Un treintañero con síndrome de Peter Pan, hereda una pequeña fortuna y se compra un androide. Lo último de lo último. Tan perfecto que puede pasar por un humano. Como tiene que configurar la personalidad de su adquisición decide que su amiga y vecina de arriba, de la que está secretamente enamorado, se encargue a medias de la tarea.
Enseguida el androide demostrará unas enormes capacidades que les harán la vida más sencilla, pero a la vez, revelará un oscuro secreto que afectará a las vidas de todos los protagonistas.
Este libro se trata de una ucronía, es decir, parte de la premisa de que un hecho histórico no se produjo y en cambio sí ocurrió otro que cambio el curso de la Historia que conocemos.
El hecho determinante que cambia el futuro es que Alan Turing, el que consiguió decodificar la encriptadora Enigma, que usaba la marina alemana durante la Segunda Guerra Mundial, o el creador del Test de Turing, que es como el test de Voigt-Kampff pero de verdad, fue declarado inocente del proceso por indecencia grave y perversión sexual. Turing era homosexual y en 1954 eso era delito en Gran Bretaña. Con lo cual toda el avance informático posterior se le debe a él y otros investigadores que se ocuparon de la incipiente inteligencia artificial. Y por eso en 1982 ya hay ordenadores, teléfonos móviles, internet y todos los archiperres electrónicos de los que no podemos separarnos en la actualidad.
El libro es un homenaje a Turing pero a mí me ha resultado un tanto aburrido por momentos. No ha terminado de engancharme.
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