Cuatrocientos años después de la deflagración que arruinó nuestro mundo, la sociedad está dividida entre alfas y omegas. Hace siglos que las mujeres sólo paren gemelos, uno de cada sexo. Un gemelo es físicamente perfecto, el alfa, y el otro tiene tremendas mutaciones, como tres brazos o dos bocas o el don de la videncia. En esa sociedad los alfas han tomado el control y gobiernan con mano dura, evitando a los omegas en todo lo que pueden. Pero existe un límite que no pueden cruzar: si uno sufre, el otro también. Si uno muere, el otro también.
La protagonista es una omega con el poder de la profecía, bien nombrada Casandra. Su hermano Zach es muy malo y hace todo lo posible para librarse de los omegas. Cada uno de ellos se encontrará en bandos opuestos: Cassandra en la Resistencia omega y Zach en el malvado Consejo de los alfas.
Viven en una especie de era pretecnológica en la que existe un tabú sobre las máquinas y todo lo que huela a lo de Antes. Es decir, una especie de la Yihad Butleriana de Dune y siguientes.
El primer libro es interesante. El segundo baja un poco y el tercero es por momentos, aburrido.
Y ahora lo que no me ha gustado. Es quizás un problema de traducción. Habla una y otra vez de deflagración, incluso cuando se trata de una explosión. Deflagración es cuando hay combustión pero sin explosión. Como cuando prende un reguero de pólvora. Y una explosión está claro cuando se da.
Y es que con la edad cada vez me vuelvo más tiquismiquis.
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