Para rematar la figura de Juana I de Castilla he leído esta biografía escrita por el que pasa por ser el mejor conocedor de las figuras de aquella época.
Juana fue la tercera hija de los Reyes Católicos. Siendo una quinceañera la casaron con el archiduque de Austria, Felipe, que tenía su corte fijada en Bruselas. Nada más llegar surgió una chispa entre ellos, y tanto les apretaba la lívido, que se hubo de buscar un cura que les casase a toda prisa para que pudieran consumar el matrimonio. Hasta aquí llego el compromiso de Felipe. Éste era también un adolescente caprichoso y picaflor que fue infiel sistemáticamente a Juana.
Con la llegada de la archiduquesa a Bruselas se consumó su primera prisión. Apenas se la dejaba salir de sus habitaciones y las ausencias e infidelidades de su marido y la cicatería de la corte bruselense con el personal castellano, hicieron mella en el ánimo de Juana.
A la muerte de sus dos hermanos mayores Juana fue nombrada princesa de Asturias, pero su marido se tomó con calma la venida a España para ser jurada como tal por las Cortes castellanas. La intención de Felipe era ser nombrado igualmente Príncipe de Asturias, pero no se pudo salir con la suya, así que aspado se volvió a Bruselas dejando a Juana, embarazada en Castilla. Juana intentó unirse con su marido pero su embarazo y los vientos contrarios lo impidieron. Esta situación dio lugar a que Juana y su madre, Isabel la Católica, tuvieran una dura discusión y su relación no se enderezase nunca más.
Vuelta en Bruselas, su situación seguía siendo igual de mala, incluso llegó a agredir a una joven que en aquel momento era la concubina de su esposo.
Cuando Isabel murió, Juana hubo de volver a Castilla. Felipe se frotaba las manos pensando que Castilla pasaría a ser uno de sus reinos. Finalmente consiguió que las Cortes también le aceptaran como rey pero a los pocos meses falleció de unas fiebres.
Desde entonces Juana deambuló por Castilla con el cadáver de su marido y en avanzado estado de gestación. Cuando su padre, Fernando el Católico, llegó a Castilla, se hizo cargo de la situación y encerró a Juana en Tordesillas, de donde no volvió a salir jamás.
Aún tuvo un breve papel político cuando los Comuneros intentaron que se pusiera de su parte, pero ella, demostrando que no estaba tan loca como se decía, se negó a firmar cualquier papel que pusiera en peligro el reinado de su hijo Carlos.
Juana fue desdichada desde que se casó. Su locura parece, según los entendidos, una depresión mal diagnosticada y peor curada. En aquella época no había los adelantos psiquiátricos de nuestros tiempos y a los que sufrían desordenes mentales se les trataba como endemoniados. En aquella época los endemoniados y poseídos estaban a la orden del día. También la magia, tanto blanca, rezos y misas, como negra, brujas y conjuros, eran práctica habitual. Estas creencias también coadyuvaron a que Juana fuera percibida como un peligro que debía evitarse.
En definitiva, Juana fue una víctima de su tiempo. Y su leyenda ha perdurado a lo largo de los años aunque pocos sean los que conozcan algo más de su vida, aparte de lo que la leyenda ha arrastrado. Yo por lo menos desconocía gran parte de su vida.
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