El autor es un andaluz de pro que le gusta presumir de su tierra y no lo disimula. La frase de la portada lo dice todo. Todo contado con un estilo ameno y desenfadado, trufado de algunos toques de humor.
Hace muchos años fui con unos amigos a este sitio:
Queda atrás el antiguo molino del Duende, relacionado con una truculenta historia. Había «miedo», como popularmente se llama en estas tierras al fantasma, seguramente un duende de los que el padre La Peña en su enjundioso libro El ente dilucidado tiene por aficionados a «juguetes, chocarrerías, y travesuras». Este del molino era tan retozón que continuamente perpetraba trastadas como atar las colas de los mulos en las cuadras o hacer la petaca con las sábanas. Hartos de aquel sinvivir, el molinero y la molinera acordaron abandonar el moledero y trasladarse a otro más lejano, de la parte de Andújar, que recientemente había quedado vacante. Así lo hicieron: de buena mañana recogieron su humilde ajuar, que cabía en un carro, y se encaminaron a su nuevo destino, deseosos de emprender una nueva vida lejos de aquella molesta presencia. Todavía no habían llegado a Torreperogil, el de los vados y el buen tintorro, cuando la molinera dijo:
—¡Ay, Pepe, que me parece que nos olvidamos de la sartencilla que estaba colgada en la chimenea!
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