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En
esta ocasion las atenienses y todas las demás griegas se proponen
acabar con las sempiternas guerras entre las polis con un método bien
sencillo: no fornicar con sus maridos hasta que hagan la paz. He aquí el
juramento de la mujeres:
"Ningún hombre, ni amante, ni marido se acercará a mí descapullado.
En casa pasaré el tiempo sin mi toro con mi vestiro azafranado
"Ningún hombre, ni amante, ni marido se acercará a mí descapullado.
En casa pasaré el tiempo sin mi toro con mi vestiro azafranado
y muy bien arreglada para que mi
marido se ponga al rojo vivo
y nunca le seguiré la corriente de buena
gana.
Pero si me obliga por la fuerza y contra mi voluntad,
me dejaré
de mala gana y no le seguiré en sus meneos.
No levantaré hacia el techo
mis zapatillas persas.
No me pondre a cuatro patas como cuando friego el
suelo.
Si mantengo firmemente estas cosas, que beba yo de aquí.
Pero si
las violo que se llene de agua esta copa."
— en Atenas.
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