Quinientos años después se sigue reivindicando la revolución comunera. Y como no podía ser menos, cada cual arrima el ascua a su sardina ideológica. Así pues y para no caer en la política twitter y la interpretación actual de hechos pasados, lo mejor es acudir a una autoridad en esta materia. En esta ocasión el Autor es un reconocido hispanista que ha estudiado a fondo este asunto. El original data de 1970 pero a la vista de nuevas documentaciones aparecidas, lo ha ido mejorando, tanto en contenido como en fuentes documentales. Es pues una lectura muy recomendada y recomendable.
La revolución de la Comunidades no puede ser entendida sin estudiar a fondo los hechos anteriores que le dieron lugar.
A mediados del siglo XV la Mesta era una organización que controlaba todo lo relacionado con la ganadería ovina. La lana era el producto estrella que producía Castilla. Ésta se exportaba a Flandes donde era manufacturada y volvía a importarse para venderse en Castilla. Toda esta riqueza se concentraba principalmente en Burgos. Otras ciudades como Segovia competían en inferioridad de condiciones con los ricos comerciantes burgaleses. El descontento era notorio y se reclamaban cupos a la exportación y beneficios a los productos autóctonos, que cuando se establecieron no llegaron a cumplirse.
La muerte de Isabel dejo el trono en manos de su hija Juana, quien al morir su esposo, entró en una gran depresión y dejó el reino en manos de su padre, Fernando, y posteriormente en las del cardenal Cisneros.
En 1515 Carlos, hijo de Juana, se hace proclamar rey y traerá a su camarilla de flamencos que desplazarán de sus poltronas a los ya bastante arrinconados nobles castellanos.
Para complicar aún más las cosas Carlos quería ser nombrado emperador de Alemania y para ello había que untar a la mayoría de los electores. Como el erario real estaba vacío convocó Cortes en Santiago de Compostela. Las ciudades acudieron pero se negaron a aceptar el servicio que se les solicitaba y a cambio exigieron medidas tendentes a priorizar a Castilla y a los castellanos . Las Cortes se desplazaron a La Coruña y mientras se untó a los representantes de algunas ciudades y se aprobó el servicio. Aquello fue la gota que colmó el vaso.
En Toledo Francisco de Padilla, en Segovia Juan Bravo y en Salamanca Francisco Maldonado, como cabezas visibles de la revolución juntaron sus huestes y levantaron al pueblo en armas y buscaron el aplauso de la reina Juana que, aunque un poco ausente, no quiso implicarse ni dar explícitamente su apoyo.
Hubo idas y venidas por media Castilla, entre Medina del Campo, Tordesillas, Valladolid y escaramuzas favorables a unos y a otros. Finalmente en abril de 1521 las tropas realistas, ahora sí apoyadas por los nobles que buscaban mantener sus prebendas, vencieron en campal batalla a los revoltosos.
Sus líderes fueron capturados, juzgados y ajusticiados.
Aún quedarían rescoldos, como el obispo Acuña o la viuda de Padilla, María, que seguirían la lucha unos cuantos meses más.
Los Comuneros, o más bien la Santa Junta, exigían de Carlos una serie de extremos que el rey no concedió de ninguna manera. La Junta quería que se anulase el servicio que las Cortes aprobaron en La Coruña y volver al sistema de encabezamientos, en los que se asignaba una cantidad a una comunidad; reservar los cargos políticos y eclesiásticos a los nacidos en Castilla, así como que un castellano fuese el virrey en vez del flamenco cardenal Adriano; y finalmente que los dineros recaudados en Castilla fueran para beneficio de esas tierras y no saliesen fuera del reino.
La revolución Comunera fue la primera revolución burguesa de Europa, en la que, una incipiente burguesía exigía a su rey una serie de derechos. También se unieron a la revolución agricultores que lucharon contra los señoríos, y eclesiásticos, como obispos, franciscanos, dominicos y profesores universitarios. Todos tenían algo que reclamar.
Por su parte, la nobleza castellana que había perdido parte de sus prerrogativas con los reyes Católicos, al principio se mantuvo a la espera, pero cuando vio que podía sacar tajada de su apoyo al rey, se decantó claramente en contra de la Junta.
Los grandes comerciantes burgaleses también se opusieron a la Junta, pues de triunfar ésta, todos sus beneficios derivados de la compra, exportación de lana e importación de manufacturas, se irían al garete.
Esto es a grandes rasgos el contenido del libro. Me ha parecido un libro muy interesante que profundiza críticamente en el pensamiento que tenía de la guerra de las Comunidades, huyendo del reduccionismo interesado.
