Hace poco comentaba, a raíz de mi lectura del libro de Onetti, que iba a aparcar mi proyecto de leer libros, digamos, académicos. Mi intención ha durado poco. Y he vuelto a la carga.
Artemio Cruz es un hombre que se encuentra en sus últimas horas de vida. Rodeado de sus "seres queridos" hace recopilación de su vida. De como, poco a poco, con esfuerzo, tesón y falta de escrúpulos ha llegado a ser uno de los personajes más ricos e influyentes de México.
A través de múltiples vueltas al pasado, y sin un orden cronológico, el autor nos va contando los principales hechos de su vida: cómo se salvó de la muerte en la Revolución, cómo conoció a su futura esposa, cómo hizo sus pingües negocios, sus amores y sus odios y por fin, su origen, hasta el último momento, ignorado.
Me he leido este libro despacio. Sin prisas. Leyendo cuando me apetecía y cuando no, cerrando el libro y mirando por la ventanilla como pasa la ciudad. Normalmente, según voy leyendo un libro, se me ocurren cosas que poner en esta bitácora, y esta vez no fue una excepción. Pues según leía, me dí cuenta de que si se quitasen todos los adjetivos calificativos, el libro tendría la mitad de páginas. No es que sea una hemorragia adjetival, pero me llamó la atención el hecho de que casi cada sustantivo fuera acompañado de un epíteto. No es de los que dicen: la fria y blanca nieve. Están puestos donde deben estar, pero me llama la atención la gran cantidad de ellos que hay.
Me ha gustado razonablemente.